Queremos hacer de este 06 de diciembre una fecha histórica. La ciudadanía está indignada, harta, hastiada de la maldita guerra. Saldremos a las calles, carreteras y caminos de Colombia a gritar una vez más, pero con una radicalidad renovada. No queremos la guerra, la violencia y el secuestro, pero pedimos caminos nuevos y ciertos para alcanzar este fin.
El anhelo más sagrado de la ciudadanía colombiana es la paz, pero esta palabra ha sido utilizada en todas las épocas para manipular y chantajear a quienes ponen los muertos en el conflicto. Aún deseamos la paz, pero ya no creemos en las intenciones y los discursos de unos y otros. Ahora exigimos el fin de la guerra, conscientes de que el respeto a la vida y la dignidad humanas es el primero de los derechos, la base fundamental y única sobre la cual se construye una sociedad.
Exigir el fin de la guerra, el secuestro y toda forma de violencia no es ahora una súplica lastimera. Es una oposición ciudadana a los intentos de los señores de la guerra de seguir prolongando el conflicto eternamente. Es una desobediencia civil a la absurda orden de matarnos, que no comprendemos y que rechazamos desde los más profundo del corazón.
No nos mataremos más, señores de la guerra. Hoy renunciamos a su autoridad, a su chantaje, a sus métodos y a sus amenazas. Salimos a las calles desarmados y si pretenden imponernos la guerra a la fuerza, este es el momento de salir ustedes también con sus armas y acabar con nosotros. Estamos acá, protestando contra ustedes y contra sus armas, y estamos decididos a poner fin a su poder y a sus métodos.
La ciudadanía sale a las calles. Reclama y ordena la libertad de todos los secuestrados. Reclama y ordena el fin de la guerra y la violencia. Reclama y ordena un verdadero trabajo del Estado por acabar la inequidad que ha empujado a miles de personas a las filas de los bandos en guerra por no tener mejores oportunidades laborales que el miserable trabajo de la guerra.
La lógica de la guerra debe llegar a su fin. Somos conscientes de que el círculo vicioso de la violencia sólo finalizará con una generación que renuncie a las armas y a la venganza, una generación dispuesta a perdonar y comenzar de nuevo. Por eso salimos a las calles. Salimos a pensar en nosotros mismos, a preguntarnos como ciudadanía si estamos dispuestos a cambiar nuestros caminos. No es una autorización ciudadana al recrudecimiento de la violencia, no es un clamor por más sangre. Es todo lo contrario. Es el fin de la guerra, el final del negocio macabro que se alimenta de la vida de nuestras familias, madres, padres, hermanas, hermanos, hijas e hijos.
No pondremos un muerto más en esta maldita guerra. Tenemos el derecho de oponernos, de objetar, de ser libres y regresar a nuestros hogares. La guerrilla y los paramilitares no pueden seguir asesinando a quienes desertan de sus filas. El Estado no puede seguir imponiendo el servicio militar obligatorio. Nadie tiene que continuar obedeciendo la orden absurda de matar a sus semejantes, que no tiene ningún fruto para la sociedad diferente a la perpetuación de la maldita violencia.
Hacemos un llamado a todas las personas que hoy portan un arma y que participan de esta guerra. Ustedes son como nosotros. Ustedes son parte de nosotros. Somos uno. Queremos que regresen, que nos ayuden a construir una vida digna para todos. Vuelvan a nuestro lado, a trabajar. Nosotros estamos dispuestos a recibirlos, a perdonarlos. Trabajen para reparar el daño que han hecho, para recomponer la vida que la guerra les ha arrebatado también a ustedes. La ciudadanía hoy les ofrece esa ayuda, pero les deja en claro que es la única colaboración que obtendrán de nosotros. Si continúan el camino de la violencia, solo encontrarán oposición y desobediencia.
La ciudadanía colombiana hoy grita por su libertad, por su derecho a la vida, por su dignidad. No más secuestro. No más violencia. No más guerra.